El centro y la periferia. ¿Para dónde vamos?
“Flaco, sos el único porteño que conozco que vale la pena”, me dijo un día Arturo, a mediados de la década de los 90. El comentario fue directo y casi no se habló más. Venía de un tipo noble, pero desconfiado y endurecido por la lucha contra algunos molinos de viento. Será por eso que la frase todavía resuena en mi cuerpo.
Arturo es A. Canedi, Doctor en Ciencias Veterinarias de la Universidad de La Plata y Director de la Estación de Fauna Silvestre de la Universidad Nacional de Jujuy. Conocía muy bien la fauna de las Yungas. Pero desde hace tiempo venía trabajando con la vicuña, una especie con poblaciones numerosas en otros países andinos pero que en Argentina está presente como relicto en algunas locaciones, entre ellas la Puna desértica, al noroeste de la Provincia de Jujuy. ¿Qué pasa con la fauna silvestre en La Argentina, cómo se gestiona ese recurso? ¿Nos encaminamos a un desarrollo sostenible o a la destrucción de los ambientes?
La voluntad, el deseo de supremacía resulta en el exterminio de pueblos y también de hábitats y especies. ¿Tal vez de la vida toda en el planeta Tierra?
Schopenhauer consideraba al mundo como un ser vivo con su propia voluntad. Si prevalece su voluntad y la nuestra sigue así de ciega, pues entonces quien va a desaparecer es la especie humana. Para bucear en otra fuente sobre la idea del mundo y sus sistemas ecológicos como un único ser vivo, podemos leer al ecólogo inglés James Lovelock en “La hipótesis Gaia” o en “La venganza de la tierra”.
Pero vamos a lo nuestro. Fiel al ejercicio de hacerme preguntas, empiezo por: ¿Qué quiso decir Arturo con “... vale la pena”? Veamos... Vale. Es decir hay valor. ¿Cuáles es o cuáles son esos valores? ¿Y qué hay de las penas? Asumo que para él no era una pena tenerme cerca trabajando, sino todo lo contrario. Pero otras penas había.
Esas penas y esas batallas tenían que ver, a mi modo de ver, con la relación entre el centro y la periferia. Jujuy, la provincia más empobrecida del país y Buenos Aires; la Argentina y Europa. Por ese entonces estaba vigente un programa de cooperación entre la comunidad Económica Europea, la Universidad de Córdoba y la Provincia de Jujuy. El objetivo era el mejoramiento genético de la vicuña. A pesar de las formalidades propias de tal acuerdo, un día el doctor (así lo llamaba yo a veces) descubrió que se estaban llevando animales en forma clandestina, desde el norte de Jujuy hacia Córdoba. Por la Avenida Bolivia, cerca de la sede de la Estación de Fauna, le cruzó el Jeep al camión que transportaba las vicuñas, cargó el Winchester y le pidió a su ayudante que llamara a la policía. No estaban los permisos correspondientes, era tráfico de fauna. Más allá de la anécdota y del desarrollo posterior de otros programas de manejo de la vicuña y la fauna local, la cuestión es ilustrativa: se suele dar prioridad a intereses diferentes a los de los pobladores y la riqueza generada no se gestiona en función del desarrollo humano y económico local.
También en relación con la dualidad centro-periferia están los modos de pensar estas problemáticas y de aportar a las luchas ambientalistas. Por eso, hoy, más que abrevar en pensadores europeos, busquemos respuestas en la filosofía ambiental latinoamericana. Y esta corriente de pensamiento, más allá de todas las referencias a autores latinoamericanos, en definitiva busca “ser un pensamiento incluyente, integral y holístico que arraigue en los ecosistemas donde habitan las culturas con sus cosmovisiones y sus filosofías de vida” (Leff, 2009). Culturas prehispánicas andinas como la Colla y su manejo y domesticación de la llama y las mesoamericanas como la Maya, la Tolteca y la Olmeca, entre otras, y sus prácticas agrícolas y forestales son verdaderas maestras a la hora de pensar nuestra relación con el mundo y el desarrollo sostenible. Busquemos y encontrémonos por ahí.
*Con información de Leff, Enrique (2009). Pensamiento Ambiental Latinoamericano: Patrimonio de un Saber para la Sustentabilidad. ISEE Publicación Ocasional, No. 6 (2009).
Por: MSc Conrado Dávila